martes, 26 de octubre de 2010

Demasiado rápido sobre su vehículo mágico.


Pasando calles y calles, surca la ciudad llegando a la máxima velocidad que le permite alcanzar su vehículo mágico de solo dos ruedas, con cadenas y engranes que el común de las personas llama bicicleta... ¿Y qué importa lo que es? Nada, lo que importa, e impresiona, es que el vehículo mágico le permite todo, la libertad, la velocidad, la expresión... TODO... Sobre ella viaja hacía donde lo desea, sobre ella el vehículo es como una parte de su cuerpo, sobre ella se siente flotar y deslizarse sobre el oscuro asfalto, a través de la oscura ciudad, pero que sobre el vehículo mágico ya no es tan oscura, ni tan fría, ni tan triste, porque, sobre él, ella aprecia, a gran velocidad, los pocos colores que aún quedan, las pocas flores que aún crecen, los pocos niños que aún juegan, los pocos rayos de crepúsculo que aún se escabullen entre los rasca cielos santiaguinos dándole a la deprimente ciudad un toque nostálgico que nos recuerda el otoño, pero que solo hace todo este ambiente un poco más confortable... Y así la joven goza de los pocos minutos en los que se puede ser feliz en esta tierra de cemento, goza convirtiéndola en un pedacito de cielo parecido a un paisaje urbano de un filme francés, todo gracias a su vehículo mágico con el cual, en ese momento, cruzaba una calle, sin percatarse, de que se pasaba una luz roja y, en la cual, violentamente y sin segundos para sentir miedo o notar lo que pasaba, fue derribada por un taxi...